Destino Cruel

Aquella mañana no era especial.
Empecé a leer el periódico por la última página, como casi todos los días. Intentaba escudriñar, donde me llevaría hoy el efecto mariposa de estas fugaces y atemporales columnas de autor. Levante la cabeza y allí estaba Sandra, mirándome fijamente.
Parecía entre enfadada y confundida, no lo tenia del todo claro, quizás ella tampoco, lo que si era obvio es que algo pasaba. Después de tantos años de novios y ya, algunos de casados, aunque su cara se había perfilado aun más, endureciendo sus dominantes facciones, seguía queriendo decir lo mismo, aunque no supiera qué.
De repente, en uno de sus golpes de realidad, me espeto uno de sus comentarios

“Ayer te fuiste por ahí después del trabajo”.
“No cariño, ayer no”.

Por alguna extraña razón, mis sensaciones me decían que los dos sabíamos que sí. Nunca le importo si entraba o salía pero de un tiempo a esta parte parecía que le preocupaba en exceso. Le gustaba demasiado controlar todas las situaciones.
Aquí no acabo el tema, evidentemente:
“Sabes perfectamente que me pasa cuando sales”
“Cariño ya hemos hablado de esto y sabes que no tiene sentido”.

Después de recorrer varios especialistas y algunos psiquiatras de "medio pelo" el diagnostico era extrañamente claro
“Señora…usted tiene todos los síntomas de una brutal resaca”

Siempre supe que la neurótica de Sandra acabaría volviéndome loco…pero… ¡tan pronto!.

Mis largas noches de compadreo, eran duras mañanas de jaquecas para Sandra.

Cuando bebía Whisky, se pasaba las horas maldiciendo, si me decantaba por el vino, no se levantaba de la cama en días, el mimetismo era casi total, hasta el punto de plantearme seriamente dejar la bebida después de intentar otras medidas menos desesperadas.

Después de varios años y una amistosa separación, después de alguna de esas noches….solía llamarme y con ese tono sentencioso decía:

Ayer que….te pasaste con el vino…otra vez

Mis cejas casi alcanzaban la frente mientras recordaba a Dorian riéndose del destino.