sábado, 2 de febrero de 2008


En Japón, tradicionalmente había dos templos que eran antagonistas. Lucharon durante siglos, cada uno en desacuerdo con la teología del otro. Ambos templos tenían sendos ancianos monjes, y dos jóvenes asistentes que atendían sus necesidades. Los dos ancianos monjes habían dicho a los muchachos:”no debes hablar con el otro. Somos enemigos ancestrales y no nos hablamos”. Pero, como eran niños, querían jugar juntos.
En ese bosque solitario, lejos de cualquier pueblo, eran las dos únicas personas; solo podían comunicarse entre ellos.

Un día, uno de los niños se atrevió a desobedecer al anciano monje. Se fue hacia el camino. Sabia que el otro niño también salía del templo todos los días para ir al mercado a comprar verduras y otras cosas. Llegó el niño, y el primero le pregunto amablemente ¿A donde vas?, pero el otro niño respondió “Adonde me lleve el viento”
No era una respuesta muy amable ni daba pie para entablar una conversación. El niño solo dijo esto y se marchó. El primer niño se sitio fatal y pensó que su maestro tenia razón: “son personas muy desagradables. Solo le estaba haciendo una pregunta y él se ha puesto a hablar de metafísica”
El maestro escucho su historia y luego le dijo: “No te preocupes. Mañana vuelve al mismo sitio y cuando el niño te responda “Adonde me lleve el viento”, pregúntale: “¿Y si no hay viento?”. Tienes que pararle los pies, tienes que derrotarle. Es una cuestión de prestigio”
El niño estaba preparado por la mañana temprano –había repetido muchas veces lo que tenia que decir-, y cuando se acercó, le pregunto “¿Adonde vas?”.
Y el niño respondió:”A donde me lleven las piernas”.
¡Eso era excesivo! Se había pasado toda la noche preparándose la respuesta, ¡y ahora esa respuesta era absolutamente incongruente! Con mucha rabia fue a ver al maestro y le dijo “Estos tipos son muy astutos. No se puede confiar en ellos porque cambian de respuestas”
El maestro respondió: “Ya te lo advertí, pero ya estas metido en el lío. Mañana vuelve de nuevo allí y cuando te diga, “adonde me lleven las piernas”, le preguntas: ¿Y si no tuvieses piernas, qué harías?”
Preparado con su respuesta, se volvió a repetir la situación, y el niño pregunto:” ¿A donde vas?”
Y el niño respondió: “Al mercado a comprar verdura”

¿Qué se puede hacer con alguien tan variable?

Siempre que vayas con algo fijo en la mente, la existencia te defraudará. No propongas nada y no habrá posibilidad de qué nadie disponga de ti. No tengas un objetivo y nunca fracasarás.

2 comentarios:

Tamara dijo...

Joder que dogmatismo más........ no no, no me gusta nada esa filosofía de vencidos. yo soy de las que acumula decepciones y espera a la siguiente.
vamos: que quien no se arriesga no gana, y aunque casi siempre se pierda.......

un besoooo

HOMBREMENGUANTE dijo...

No te enfades Tamara ;)), precisamente yo pienso que en eso consiste, arriesgar pero esperar un triunfo o una derrota con la misma cara.

Un saludo, espero tus proximos comentarios y nuevos textos en tu blog